martes, 10 de agosto de 2010

Fiesta privada


La excitación que provoca el sentimiento de posesión es una mera perversión generalizada y no es ajena a las personas que entienden acerca de lo que tiene la capacidad de ser suyo y lo que no.


La noche que usamos el cuarto de limpieza de una casa lo suficientemente grande y elegante como para tener un cuarto de limpieza agradable la fiesta seguía en la terraza: llena de luz, bebidas y un montón de mujeres en vestidos de noche, era una locura mantenerse sobrio, (aun sin probar alcohol).


Estuve algunos minutos (valiosos minutos) recargado en la discreta puerta de madera ubicada al terminar el pasillo que ella recorrería al venir del tocador. Quería terminar el juego de miradas que había comenzado al llegar al lugar.


Se acerco acariciando mis sentidos con el sonido de sus tacones ahogados en la alfombra, olor a perfume suave y sudor ligero, se detiene a mi lado.
- Hola – sonríe, sin tono de coqueteo (?!) yo seguí con el plan, que suficiente coqueteo es detenerse a saludarme.
- Pasa – le abrí la puerta de aquel cuarto oscuro donde podían verse algunas escobas, liquidos de limpieza y varias repisas con mas artículos del estilo para invitarla a una fiesta secreta (la estaba esperando).

Sonrió un poco más, me miró a los ojos (como si le fueran a decir lo que estaba pensando hacerle dentro de ese lugar), no por falta de comprensión, quería apoyo, ser convencida. Entonces, se lo digo con mis ojos en sus ojos y, para que quede bien claro, con mi mano sujeto su pelvis, suave; se lo vuelvo a decir con mis ojos. Ahora sonríe fingiendo que acaba de entenderlo todo, la sostengo por la nuca, le cierro los ojos con un beso…

Cuando los abre, sus manos están sostenidas de una repisa y el vestido a la cintura.
- ¿Eres mía? – le digo jadeando al oído, ella toma aire, se esfuerza por hablar sin que el placer la turbe, exhala bruscamente en un gemido, lo intenta de nuevo, logrando golpearme con la lógica

- Ahorita si.