martes, 14 de abril de 2009

En la fila de las tortillas



Esa tarde normal de mis 16 fui por las tortillas para la comida, llegué en el momento adecuado porque después de 3 personas era mi turno, y al ver hacia atrás la fila se extendía a 5 o 6 personas. Ahí estaba ella, con esa costumbre de ir al mandado descalza, le parecía fácil pues la tortillería estaba a 30 metros de su casa.

Llevaba puesto su uniforme de educación física de la secundaria (no cualquier uniforme, era uno de secundaria en la costa): playera polo con el escudo de la institución y falda a pliegues de dos colores, muy por encima de la rodilla (mi prenda favorita en mujeres). La había conocido hacía una semana, era la niñera de mi vecino de en frente. Tras algunos besos las intenciones de ambos habían quedado claras, ella me avisaría qué día, yo esperaría, paciente, total, sé dónde vives.

Pague por mi respectivo medio kilo de las preciadas tortillas y me dirigí fila atrás, de regreso a casa, al pasar junto a ella le sonreí, en inocente, a su mirada sospechosa.
-Te espero en mi casa a las 7 - dijo en voz alta, emocionada, como si no hubiera personas alrededor; parecía que había esperado mucho tiempo a que me diera la vuelta sólo para avisarme, yo seguí caminando.

Mire, sonriendo sonrojado, la cara de las personas formadas mientras les pasaba a un lado: la vecina jovenmayorqueyo hizo cara de incrédula (si, los menores también ligamos), el niñomalandro me sonreía en complicidad (…!¿cómplice de que?!), las señorasamargadas del final de la fila me miraban con desaprobación (en esta parte levante mi cara y sonreí haciendo una reverencia).

Estaba por salir de la escena cuando me nombró al otro extremo, giré sin detener mi camino, la vi, me sonrió, los carros dejaron de pasar, los consumidores de tortillas contuvieron la respiración, hasta la maquina de las tortillas enmudeció:
No va a estar mi mamá

¿Qué si me dio pena?
¿Qué sería de mi si no me la aguantara?