lunes, 4 de mayo de 2009

La noche que me robé un condón


Salí de su cuarto en mi boxer blanco, me resultaba divertido porque no había nadie más en ese departamento, todos se habían ido a la playa, de fin de semana, excepto la dueña del cuarto; así que podía pasearme en ropa interior por el lugar ajeno con comodidad.

Había una pequeña reunión de sus amigas en el apartamento de arriba, podía escuchar la música de banda y las risas exageradas de mujeres…(no, ni se me ocurrió darme una vuelta, llevaba un rato metido en aquella habitación y estaba cansado). Me dirigí al baño a desechar condones usados y otras cosas, tuve éxito en la misión.

Al cerrar la puerta del sanitario para regresar y caer rendido en la que sería mi cama por esa noche, levanto la mirada y ahí esta su amiga, obstruyendo el largo pasillo que llevaba a mi destino (como toda buena amiga tiene llave de su departamento): en botas negras, jeans y chamarra vaquera (si, podía ver su ombligo), con su larga cabellera rubia bajando por sus hombros, tambaleándose entre copas.

No es presunción, pero la sensación de ser observado semidesnudo por esa belleza alcoholizada me excito al instante. Miré la envoltura en su mano antes de que tratara de evitarlo poniéndola tras ella. Caminé hacia la vaquerita con mi boxer puesto y mi lujuria lista para atacar
– ¿Qué traes ahí? – le pregunté en perverso mientras pasaba mi mano por su espalda, llegando a sus manos para tocar un circulo suave envuelto en aluminio.
–Un condón – reveló cuando supo que me había me dado cuenta mientras yo saboreaba de su boca el olor a whisky y envidiaba su estado etílico.
– ¿Para quién? – le dije, recuperando el objetivo (en + perverso)
– Para mi novio – respondió con obviedad
– ¿Y para quién más? – pregunté desesperado (la conversación había sido lo suficientemente larga)
–...Para mi – titubeó (al fin llegamos)
– ¿Me lo regalas? –
– ¿Para quién? –
– Para mi – respondí, copiando el tono de obviedad anterior
– ¿Y para mi amiga? – jugueteó
La mire a los ojos,
– No, para ti – tome el preservativo entre sus manos
Cambié mis manos a su cintura y mi boca a su cuello, encaminándome a su oído, entonces dijo la última coherencia de la noche:
¿Me vas a decir un secreto?

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