lunes, 22 de junio de 2009

Me gusta la hija del maestro


Ahí estaba, tomando clases por la tarde en la casa del maestro de matemáticas, tratando de entender por qué hay operaciones en las que se usan letras en vez de números, con mi capacidad de concentración al 100%, en la punta del lápiz tenía la respuesta, estaba a punto de escribirla:
= a33 –(b2…

quería, distracción, una cara bonita, agua,…no sabía.

Una sombra esbelta recorre el pasillo blanco y llega la niña delgada, alta, de 14 años pelo castaño hasta media espalda, completamente lacio; recarga sus codos sobre la mesa, el mentón sobre sus manos, me mira con esos extraños ojos color arcoiris y dice muy, muy suavemente

– ¿Te ofrezco agua? – como si supiera exactamente lo que necesitaba

Su imagen me inundó la mente ahogando letras y números. Entonces comprendí: En en el mundo hay cosas mucho más importantes que el álgebra (nunca aprobé debidamente).

En adelante seguí fingiendo que algún día iba a entender esa materia, sólo para experimentar la perturbadora sensación de tener al fin la respuesta y, de una sola mirada, darme cuenta que no tengo nada…
y qué importa.

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